Relajarse en Hammam Árabe
Es común que las personas locales visiten estos baños una o dos veces por semana para realizar un ritual de limpieza que los musulmanes deben hacer antes de orar.
Estos baños tradicionales están divididos en dos salas en los que hombres y mujeres disfrutan de su intimidad quedando separados. Aunque en países occidentales se ha puesto de moda esto del hammam, distan mucho de lo que son tradicionalmente ya que en la mayoría de “hammams occidentales” es común vivir la experiencia en pareja, son una especie de “spa” en los que relajarse tomando un té de menta y admirando una hermosa decoración árabe pero los auténticos hammam no son así. Son lugares más íntimos, con un ambiente cálido, acogedor, de limpieza y esparcimiento personal.
Una experiencia única
Recuerdo la primera vez que visité un hammam árabe, tendría unos doce años e iba con mi hermana y mi madre. Al principio me dio un poco de vergüenza porque había otras mujeres y siempre fui muy pudorosa pero, cuando quise darme cuenta estaba totalmente relajada acostada en una especie de piedra gigante al estilo “morsa”. Al que fuimos nosotras había que entrar desnuda, al principio daba un poco de corte, pero en seguida comprendías la naturalidad de la situación y te despreocupabas. Cogimos un pack en el que nos entraba un masaje y nos lavaban el pelo; la verdad es que el masaje no fue muy convencional ¡menos mal! Porque a mí eso de que me masajee un extraño no lo llevo muy bien, nos lo hicieron con toallas mojadas ¡fue maravilloso!, nos frotaban de arriba abajo desde el dedo gordo del pie al cuello y es que realmente no es un masaje como tal, sino un auténtico ritual de limpieza en el que otra persona te lava y te exfolia para eliminar la piel muerta. Para lavarnos el cabello combinaban agua caliente y fresquita. Al salir del hammam os aseguro que teníamos las tres un nuevo color de piel y un brillo excepcional en el pelo. Desconozco como lo hacen pero realmente sales más limpio y relajado que nunca.
Si vais a Marruecos no podéis perder la oportunidad de disfrutar de un auténtico hammam. Es común que haya baños para los habitantes del lugar y para turistas pero en muchas ocasiones ambos pueden disfrutar juntos de la experiencia y yo, personalmente recomiendo más los tradicionales, los que están abiertos a todo el público porque es una experiencia totalmente real y enriquecedora, en la que además de disfrutar de ese momento de cuidado personal, se puede aprender de la cultura árabe y adentrarte en la misma.
¿Cuánto cuesta y qué hay que llevar al hammam?
El precio del hammam para los residentes suele ser de unos 10 dirhams (1 euro), para los turistas, incluyendo la propina suele rondar los 50 dirhams (5 euros) incluyendo una persona que te lave.
Normalmente lo que tienes que llevar al hammam es: toalla, bañador (depende del lugar) y chanclas. Conviene llevar una manopla o guante exfoliante, pero por lo general lo mejor es comprarlo en el momento si lo venden allí porque suelen ser los mejores, además luego te lo puedes llevar a casa para exfoliarte allí. En algunos baños incluyen el champú y el jabón (en los destinados a turistas casi siempre lo ofrecen) pero en los que son más tradicionales lo más común es que el que acude lleve su champú y su bote de jabón negro; que aprovecho para mencionar que es una maravilla, su aroma, su textura y ¡cómo deja la piel!, un exfoliante natural que sorprenderá sin duda al que aún no lo conozca (dedicaremos una entrada en el blog a este jabón próximamente).
Cuando entras al hammam entras en otro mundo, su calor húmedo y el vapor te invita a relajarte y a desconectar de todas las tensiones. Precisamente ese vapor es el que hace que se te abran los poros para facilitar la limpieza. Tras el ritual de higiene sientes tu piel tersa y más limpia que nunca, no volverás a pensar que al ducharte te quedas limpio si lo comparas con esta sensación de pulcritud.
Fuentes de información y de interés:
– “Mi primera experiencia en un hammam marroquí” Blog: No es nada personal (Carlota M.)
– “Hammam: la tradición de los baños árabes” Diario del viajero (María Victoria Rodríguez)